“Sólo hay que fluir” es una frase que escuchamos decir a menudo en nuestros viajes. Pero, ¿qué significa realmente? A primera escucha, pareciera simple: dejarse llevar por lo que nos pase en el día sin dejar que nos perturbe o mejor aún, aprovecharlo.
Por ejemplo: hay momentos que queremos, con muchas ganas, llegar a nuestro destino de inmediato y si una lluvia logra bloquear el camino, desesperamos. En ese caso, ’fluir’ sería aceptar que la lluvia está ahí por naturaleza y que llegó por alguna razón a nuestras vidas. Así, aceptaríamos el hecho y trataríamos de aprovechar el momento para colectar agua fresca, conversar con quien tengamos al lado o inclusive meditar escuchando el sonido de las gotas.
Leerlo parece sencillo, pero la realidad siempre nos pone a prueba con otros niveles de dificultad. Podría ser que nuestros padres esperan al otro lado del camino sin tener noticias nuestras, o que la noche esté a punto de caer y nosotros, sin cobijo alguno. En estos casos, es más difícil mantener la calma, y el pensamiento de ‘fluir’ puede evaporecerse con facilidad.
Desde hace unos meses, cada vez que nos encontramos en una situación como esa, recordamos a Llenia. Una mujer de rasgos hermosos, cabellera oscura y de gestos tan suaves como una brisa. Su rostro canela y su sonrisa se quedaron marcados en mi mente y en mi corazón cuando la miré a los ojos por primera vez.
Verla andar es todo un aprendizaje. Parece que sus movimientos entienden el flujo del aire y así, anda de lado a lado. Va caminando y baila, se gira y canta. Avanza sin darse cuenta que el viento mueve su cuerpo o que su voz calma mi mente.
Creo que su sensibilidad la han llevado a entender algunos flujos sutiles que se la rodean. Ella decide cuándo dejar que su cuerpo y mente se pierdan en la brisa, y cuándo es momento de caminar por sí misma. Aprovecha cada impulso de viento; pero si este viene en contra, utilizará sus fuerzas para seguir andando contenta.
Esa sensibilidad por el entorno son importantes para poder fluir. Nos brinda capacidad para saber en qué momento cruzar el camino a pesar de la lluvia, o esperar con calma a que pase. No es decisión fácil si se quiere mantener la mente y el corazón en calma. Un río normalmente mantiene su cause, pero en momentos de crecida, él mismo utilizará la fuerza para hacerse espacio y poder llegar al mar.
La escucha activa utilizando todos nuestros sentidos son vitales para fluir. Mientras estemos atentos a lo que sentimos, no tendremos que decidir entre quedarnos meditando o tomar una pala para hacernos camino a pura fuerza, sino que se abrirán muchas posibilidades. Tal vez nuestro olfato percibirá el humo de leña y caminando un rato bajo la lluvia encontraremos refugio, comida y manera de comunicarnos con la familia que nos espera.
Gracias Llenia.
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